En el mundo están ocurriendo muchas cosas que son noticia: se recrudece el conflicto en la Franja de Gaza; la policía uruguaya detiene a la mujer de David Murcia; las FARC rechaza mediación de la iglesia para liberación de los secuestrados; Uribe recibe medalla de la libertad de manos de George Bush; Bernard Madoff continua libre bajo fianza. Pero no vamos a detenernos en ninguna de esas minucias. Ocuparemos las presentes páginas en un tema de verdadera relevancia: el perro que Barak Obama prometió a sus hijas.
Para quienes ignoren de lo que estamos hablando, la noche en que Obama partió en dos la historia convirtiéndose en el primer presidente negro de los Estados Unidos, pronunció las respectivas palabras triunfales ante miles de demócratas. Hasta ahí, normal. Pero en medio del júbilo de tan memorable victoria, le dio por prometer a sus dos pequeñas hijas que, como premio a su buena conducta durante la difícil campaña, les regalaría un perro que habrá de llegar junto a los Obama a la Casa Blanca.
Empecemos. ¿Realmente puede considerarse premio el hecho de recibir un perro? Levantarse a pasearlo, educarlo para que no dañe los muebles, estar pendiente de que no se le acabe el concentrado, ir detrás recogiéndole el popo. No jodas, qué castigo. Ya me imagino a las pobres Sasha y Maila, enrollando un periódico para cascarle al perro y refregarle el hocico en los orines que acaba de hacer mientras le gritan: ¡”Eso no se hace. Chichi en el patio, no en la oficina oval!”.
Pero don Obama no sabía en la que se estaba metiendo al contar en público su deseo de hallarles perro a las niñas. Menos repercusiones habría tenido que anunciará una reinvasión a Irak. Desde ese momento todo el mundo no ha hecho más que intentar meterle un perro por los ojos, le mandan ofertas de canes de todo el mundo, incluso una asociación de odontólogos se ofreció a extraer y enviarle puros caninos.
La encartada ha sido grande. Del Perú le ofrecieron un perro sin pelo llamado “Machu Pichu”, muy mal hecho por parte de los peruanos, está bien que se lo regalen, pero no le digan cómo tiene que llamarlo, a nadie le gusta que otro venga a bautizarle la mascota. Además, con todo respeto, el perrito no es muy bonito que digamos, lastima que ya no dan el programa de Laura en America que era donde tenían cabida todos los bichos raros.
También me enteré, confidencialmente, de otras ofertas caninas hechas al nuevo presidente. Francia le ofreció un Fox Terrier, Dinamarca le ofreció un Gran Danés, y Suizo le ofreció un perro caliente. Alemania quiso darle un Pastor Alemán, pero tuvo que rechazarlo porque era pastor protestante y no quiere peleas teológicas con la mascota. Y una oferta increíble, Lassie se ofreció a sí misma, ella solita le escribió una carta de su garra y letra, incluso adjuntó el pedrigree cinematográfico que la avala como buena mascota. La decisión está difícil, por eso al Can que aspira ser mascota de Obama se le dice Can-didato.
Lo que a estas alturas se me hace extraño es que Colombia no haya hecho su oferta perruna. Con la cantidad de perritos falderos que tiene Uribe, me parece una indelicadeza no poner alguno a disposición de la Casa Blanca. O ya que Obama es de gustos tan exóticos, deberíamos aprovechar la cantidad de peculiares razas que tenemos: el chandoberman, el pastor canequero, y el dalmatador.
Cabe aclarar que nuestro nuevo amigo del norte tampoco puso fáciles las características del animalito, imagínense, quiere que el perro sea un cruce, por aquello del mestizaje; que no sea cachorro para que llegue con un carácter ya formado, y que además sea hipoalergénico pues una de las niñas es alérgica. Mejor que las lleve a cine a ver Bolt y no molesten tanto. Claro que conociendo a los gringos, no falta el productor de televisión que ya esté pensando sacar provecho de esto y crear un reallity para encontrar la mascota presidencial, podría llamarse “American I Dog”, o “La Isla de los Canchosos”.
Lo cierto es que la búsqueda de este perrito está más larga que las aventuras de Benji el perseguido. Esperemos a ver en qué termina la novela, pero puedo vaticinar que el elegido no será un French Poodle, lo confundiría demasiado el hecho de ser el único blanquito en la familia.
Para quienes ignoren de lo que estamos hablando, la noche en que Obama partió en dos la historia convirtiéndose en el primer presidente negro de los Estados Unidos, pronunció las respectivas palabras triunfales ante miles de demócratas. Hasta ahí, normal. Pero en medio del júbilo de tan memorable victoria, le dio por prometer a sus dos pequeñas hijas que, como premio a su buena conducta durante la difícil campaña, les regalaría un perro que habrá de llegar junto a los Obama a la Casa Blanca.
Empecemos. ¿Realmente puede considerarse premio el hecho de recibir un perro? Levantarse a pasearlo, educarlo para que no dañe los muebles, estar pendiente de que no se le acabe el concentrado, ir detrás recogiéndole el popo. No jodas, qué castigo. Ya me imagino a las pobres Sasha y Maila, enrollando un periódico para cascarle al perro y refregarle el hocico en los orines que acaba de hacer mientras le gritan: ¡”Eso no se hace. Chichi en el patio, no en la oficina oval!”.
Pero don Obama no sabía en la que se estaba metiendo al contar en público su deseo de hallarles perro a las niñas. Menos repercusiones habría tenido que anunciará una reinvasión a Irak. Desde ese momento todo el mundo no ha hecho más que intentar meterle un perro por los ojos, le mandan ofertas de canes de todo el mundo, incluso una asociación de odontólogos se ofreció a extraer y enviarle puros caninos.
La encartada ha sido grande. Del Perú le ofrecieron un perro sin pelo llamado “Machu Pichu”, muy mal hecho por parte de los peruanos, está bien que se lo regalen, pero no le digan cómo tiene que llamarlo, a nadie le gusta que otro venga a bautizarle la mascota. Además, con todo respeto, el perrito no es muy bonito que digamos, lastima que ya no dan el programa de Laura en America que era donde tenían cabida todos los bichos raros.
También me enteré, confidencialmente, de otras ofertas caninas hechas al nuevo presidente. Francia le ofreció un Fox Terrier, Dinamarca le ofreció un Gran Danés, y Suizo le ofreció un perro caliente. Alemania quiso darle un Pastor Alemán, pero tuvo que rechazarlo porque era pastor protestante y no quiere peleas teológicas con la mascota. Y una oferta increíble, Lassie se ofreció a sí misma, ella solita le escribió una carta de su garra y letra, incluso adjuntó el pedrigree cinematográfico que la avala como buena mascota. La decisión está difícil, por eso al Can que aspira ser mascota de Obama se le dice Can-didato.
Lo que a estas alturas se me hace extraño es que Colombia no haya hecho su oferta perruna. Con la cantidad de perritos falderos que tiene Uribe, me parece una indelicadeza no poner alguno a disposición de la Casa Blanca. O ya que Obama es de gustos tan exóticos, deberíamos aprovechar la cantidad de peculiares razas que tenemos: el chandoberman, el pastor canequero, y el dalmatador.
Cabe aclarar que nuestro nuevo amigo del norte tampoco puso fáciles las características del animalito, imagínense, quiere que el perro sea un cruce, por aquello del mestizaje; que no sea cachorro para que llegue con un carácter ya formado, y que además sea hipoalergénico pues una de las niñas es alérgica. Mejor que las lleve a cine a ver Bolt y no molesten tanto. Claro que conociendo a los gringos, no falta el productor de televisión que ya esté pensando sacar provecho de esto y crear un reallity para encontrar la mascota presidencial, podría llamarse “American I Dog”, o “La Isla de los Canchosos”.
Lo cierto es que la búsqueda de este perrito está más larga que las aventuras de Benji el perseguido. Esperemos a ver en qué termina la novela, pero puedo vaticinar que el elegido no será un French Poodle, lo confundiría demasiado el hecho de ser el único blanquito en la familia.
lo unico bonito d este articulo es la foto porque le resto q asco de articulo
ResponderEliminarJajajajaja, muy bueno, Iván. Me hizo la mañana, jajaja
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