(CUENTO)
Llevaban a cabo
un extraño juego de enamorados propuesto por el mejor amigo de ambos; él se
encontraba concentrado en armar el rompecabezas que la dibujaba a ella, lo
hacía sin una imagen guía, tan sólo recurría al retrato en su pensamiento para
construirla y no dudaba ni por un segundo ser capaz de hacerlo por dicho medio.
Ella mientras
tanto, tenía frente a sí un rompecabezas con el dibujo de él y hacía lo propio;
todos sus pensamientos fluían hacia la imagen de su amado que llevaba tatuada
en el pensamiento, y al igual que él, estaba totalmente convencida de tener en
dicha imagen todas las repuestas para el reto impuesto.
Ambos se
encontraban próximos a terminar el juego, pero ocurrió al mismo tiempo que se
sintieron confundidos respecto a partes especificas del retrato, una vez más se
concentraron en visualizar en sus mentes la imagen del ser amado; aparentemente
unas cuantas piezas no coincidían, pero se negaban a rendirse y aceptar lo que
les había dicho su amigo, que no serían capaces de armarlos acudiendo
simplemente al recuerdo mental sin pedir ayuda al otro.
Al cabo de un
largo tiempo ambos desistieron de su orgullo y cedieron intrigados por el
misterio, se pidieron ayuda mutuamente y descubrieron que cada uno tenía las
piezas que faltaban al otro, entonces sonrieron pues comprendieron en qué
consistía el juego. El amor suele convertirse en el rompecabezas de nuestras
vidas porque sólo pensamos en el ser amado y su imagen fija en nuestra mente
nubla esa capacidad de ver que podemos estar equivocados.