(CUENTO)
Era un muy
caluroso y típico día en el infierno. Se escuchaban los gritos de las almas
condenadas y las risas de los demonios encargados de impartir las torturas.
El diablo en
tanto descansaba en actitud muy placida. De repente se acercan a él varios de
sus discípulos, unos demonios encargados de ir a reclutar almas a la
superficie.
--- Su Malignisima Presencia, disculpe que vengamos a molestarlo.
--- ¿Qué ocurre
demonios impertinentes, acaso no ven que ésta es mi hora de descanso?
--- Perdone su
Oscura Majestad, pero es que necesitamos ponerlo al tanto de una situación que
nos tiene preocupados.
--- Hablen
pronto, ¡y más les vale que sea algo importante!
--- Le rogamos
nos disculpe Bajeza Real, pero con todo respeto, estamos preocupados por el
descuido en que últimamente tiene a la Tierra.
--- ¡¿A qué se
refieren?! --- preguntó airado el diablo.
--- Por favor
no se enfade, Oh Señor Oscuro, --- intervino asustado otro de los demonios ---
pero es que en estos últimos tiempos usted ha dado demasiada tregua a los
humanos, tanta que ahora encuentran varios caminos de fe con los cuales salvar
sus almas, no alcanza a imaginarse la cantidad de nuevas religiones que han
surgido para salvarse.
--- ¡Precisamente
ignorantes! --- rugió --- ¿no se dan cuenta del excelente trabajo que estoy logrando?