(CUENTO)
Ocurrió
coincidencialmente que un mismo barco se subieron cuatro representantes de
distintas religiones, cada uno muy respetado en su respectiva comunidad, e
inevitablemente se presentó la ocasión en que sus ideas espirituales se encontraron.
Enfrascados en una discusión teológica cada uno hacía gala de sus vastos
conocimientos en dicho campo, la radicalidad de sus disimiles puntos de vista
hacía que para los espectadores de tal debate fuese complicado el discernir lo
correcto de lo impropio, la única constante en los cuatro puntos de vista era
la plena convicción que cada cual tenía en su filosofía. Así pues, cada quien
aseveraba que sus ideas constituían el mejor camino para llegar al cielo,
contrario a la errada ruta seguida por los otros.
Se encontraban
concentrados en la disputa cuando de repente se dio una voz de alarma, el barco
se hundía y todos debían dirigirse a los botes salvavidas. Los cuatro hombres
dejaron a un lado su alegato y se dispusieron a ayudar a los demás. Mujeres
desesperadas llevaban en brazos a sus hijos, cada persona hacía lo posible por
alcanzar un puesto en los botes, mientras los cuatro hombres unían fuerzas para
salvar a sus semejantes sin importar el credo.
Lamentablemente los botes no alcanzaron para salvar a todo el mundo a bordo, pero el numero de las muertes fue mucho menor de los esperado gracias a los cuatro héroes, a quienes mientras el barco desaparecía en los abismos del océano se les vio orando abrazados.