El mundo en que vivimos es una fuente
inagotable de historias increíbles, pero hace años leí en el periódico, a
criterio mío, la más extraña. Mi lógica se negaba a dar crédito de tal absurdo,
pensé que como tantas otras veces los medios nos querían ocultar la totalidad
de los hechos. Para quienes no la leyeron, he aquí el articulo:
“Éste lunes en la mañana, Alvaro
Rodríguez, gerente de la sede principal del Money
Gold Bank, quedó estupefacto con lo que se encontró al llegar a su sitio de
trabajo. Agentes expertos en seguridad estudiaban incrédulos la bóveda de
valores. La forma en que ingresó el intruso era digna de los más complejos
planes recreados en las películas de Hollywood, pero con un desenlace
completamente inédito hasta el momento. Según los investigadores así se dieron
los hechos:
A partir de las diez de la noche miembros
de la policía empiezan a realizar sus rondas de patrullaje frente a las
instalaciones del banco, y mientras los miembros de la ley se dedicaban a estas
supervisiones rutinarias, varios metros por encima suyo un hombre hacia gala de
habilidades circenses. Disfrazado de aseador, el hábil intruso logró colarse
sin problema alguno al edificio frontal de su objetivo. Disparó un cable a
través del cual cruzó hasta llegar a la ventana de una oficina en el piso 22, cortó
el vidrio e ingresó a la instalación. Con una llave maestra abrió la oficina
desde el interior y comenzó a deslizarse por lo pasillos eludiendo las cámaras
de seguridad. Alcanzó la planta baja custodiada por un perro y dos guardianes,
a quienes diezmó disparando dardos con un potente somnífero. Mediante una señal
clonada logró captar y grabar el instante en que los guardias se reportaban con
su compañero cada media hora, y valiéndose de otro sofisticado dispositivo ésta
grabación se activó automáticamente al recibir la señal de reporte al otro
extremo de la línea. Al igual que en las películas derivó una imagen en vídeo
de los guardias con el perro y la reprodujo indefinidamente engañando al operario
de las cámaras. Después utilizando gafas de visión infrarroja pudo sortear los
láseres que custodiaban el pasillo a las bóvedas blindadas. De modo que continúa
siendo un misterio introdujo los distintos códigos de acceso a las mismas y
penetró en la inmensa caja fuerte. Horas después tras darse la voz de alarma
por parte de los guardias que despertaban, se encontró que entre el dinero y
las joyas no faltaba nada. El intruso como entró salió, dejando tan sólo una
nota en la que pedía perdón por su incursión”.
Pensé de todo, que era una treta
publicitaria del banco, que ocultaban las perdidas para no alarmar a sus
clientes, que el ladrón los engañó y cambió las joyas verdaderas por otras
falsas, y otras mil teorías que sugirió no solo mi imaginación, también las leyendas
urbanas que surgieron a partir de allí. Lo cierto es que, aunque pasó casi
desapercibida, porque sin robo no hay daño, para mí la historia era tan extraña
que quise conservarla.
Hace algunos
meses me ocurrió algo fantástico, fui operado de una apendicitis, el ser
operado no es lo fantástico, lo fue en cambio mi compañero de cuarto, un hombre
al que habían intervenido por un infarto. Allí tendidos en nuestras camas nos
pusimos a conversar sobre la vida y sus absurdos, entonces le hablé de la
historia que me había impactado hacía tantos años, pero cuando terminé de
relatarla me dijo que no le parecía extraño.
--- ¿Quieres
que te comparta un secreto? --- me dijo en un tono de voz tan bajo como
temiendo que alguien pudiese escucharnos.
--- Por
supuesto. --- respondí intrigado.
--- Prométeme
no contarlo a nadie. --- Me solicitó sin mucho énfasis.
--- Te lo
prometo. --- Respondí creyendo que le cumpliría, pero heme aquí contándolo.
--- Yo fui
quien entró al banco. --- dijo esbozando una sonrisa mezcla de nostalgia y
picardía.
--- Nahhhhhhhh.
--- Respondí burlón, obviamente creyéndolo broma.
--- Te lo juro,
fui yo. --- Dijo de una forma pausada y tan enfática que ya fue imposible no
creerle.
Acto seguido
procedió a contarme cómo lo hizo. En su mayoría había ocurrido como relatara el
diario, pero su relató agregó detalles que terminaron de despejar cualquier
duda al respecto, él lo había hecho, frente a mí se encontraba el hombre del
misterio. Cuando terminó de contarme cómo había vuelto a salir, quedé en
silencio durante unos segundos y procedí a formular la gran pregunta.
--- ¿Por qué
hiciste aquello?
--- ¿Qué
exactamente, entrar o no llevarme nada?
--- Las dos cosas,
pero sobre todo la segunda. Supongo que a última hora te arrepentiste del
hurto.
--- Yo no soy
ladrón, llevarme el dinero era mi última intención.
--- ¿Entonces
para qué molestarse de esa forma?
--- Cuando supe
que aquel lugar era tan custodiado asumí que era porque guardaban un tesoro,
pero qué gran decepción la que me llevé al descubrir que tan sólo tenían joyas
y billetes sin mayor valor.
--- ¡¿Sin mayor
valor?! --- exclamé incrédulo.
--- Baja la
voz. --- respondió preocupado.
--- ¿Sin mayor
valor?, en ese lugar había millones, ¿acaso que buscabas?
--- En aquel entonces tan sólo buscaba una cosa, la buscaba en todo lo que hacía, y al saber que la bóveda estaba tan protegida supuse
que allí lo encontraría.
--- ¿Y qué era
eso que buscabas?
--- Ser el mejor... Algunos para vivir, tan solo necesitamos retos.