(CUENTO)
Aquel hombre había dedicado toda su vida
a buscar la llave de la felicidad, le había buscado en todos los lugares que
podría estar. En la mítica olla de oro al final del arcoíris, en las casas de
los gnomos, en el sentimiento de los poemas, en la esencia de los besos y del
amor que se hace con el cuerpo. Pero aquellos largos años su búsqueda había
sido en vano.
Hasta que un buen día, cuando su existencia se acercaba ya al ocaso, dirigió su voz al cielo y pidió a los ángeles un obsequio, rogó ser digno de recibir la llave de la felicidad justo antes de morir. Fue así que ante sus ojos hizo su aparición un ángel y llevaba en sus manos la preciosa llave. El hombre dichoso la tomó y su alma corrió con el ultimo suspiro hacía donde la propia llave le indicaba, llegó a un lugar recóndito al que difícilmente llega la mente humana, pero fue entonces cuando el hombre conoció el verdadero significado de la zozobra, tenía la llave, pero era infinito el número de puertas.