lunes, 31 de julio de 2017

EL DILEMA DE LAS CAJAS

                                                      (ENSAYO)


Siempre se ha dicho que DC y Marvel son los bandos que dividen al universo geek, puede ser, pero el mundo de los coleccionistas tiene otra división: los que sacan sus artículos de la caja, y los que no. Orgullosamente pertenezco a los primeros y me desconciertan los segundos. Aunque en teoría nos gusta lo mismo, en la práctica resulta muy distinto. Lo pondré de esta forma: a ambos nos fascina el sexo, pero unos lo practicamos a nivel físico, otros lo prefieren telefónico.

Tengo amigos dueños de enormes colecciones, fue esta afición la que nos unió; pero un considerable número de ellos conserva sus piezas en las cajas, es esta característica la que nos separa. Cuando voy a sus casas y veo todos esos juguetes de la misma forma que lucían en la tienda, me siento entrando a un local de San Andresito, todo parece intacto para la venta, incluso ellos mismos se ufanan con el argumento: “Si lo sacas de la caja pierde su valor”. Yo los saco de sus cajas porque me importa un carajo cuánto queden costando una vez los haya destapado, una colección personal es algo que no debería ser considerado por su valor su futuro, para eso mejor invirtamos en finca raíz. Que alguien compre un apartamento pensando en cuánto le ganará al cabo de unos años, es un negocio. Si aplicas la misma filosofía a tus cómics, estatuas, figuras de acción, etc, eres un inversionista, no un coleccionista. De mi colección tan sólo me preocupa el qué será de ella después de mí, ¿y cómo enfrento dicha preocupación?, convirtiendo dichas posesiones en herencia verdadera, haciéndolas para mis hijos algo valioso, no por su precio, sino por las mismas razones que lo son para su padre.

Amo el olor de un juguete cuando se destapa, amo sentirlo, apreciar sus detalles, sostenerlo en mis manos, darle vida acomodándolo en posiciones imponentes o divertidas, tomarles fotos y crearles un álbum, divertirme con ellos no solo al momento de adquirirlos. Odio verlos en esa rígida posición eterna donde parecen un dibujo para clases de anatomía humana. La caja es una tumba, y como tal, al estar en ella, descansan en paz, destaparlos es hacer que se levanten de entre los muertos y sean eternos de acuerdo a cómo los cuidemos. Tener una figura de acción y no sacarla de su caja es tener un automóvil lujoso y nunca conducirlo, es comprar un libro y jamás leerlo, es tener una novia hermosa y nunca desnudarla… Es tenerla como Nacho Vidal y sólo usarla para orinar… Ok, esta última comparación no aplica, pero fue divertida.

Yo veo a los juguetes como me los mostró Toy Story. Me gusta soñar con que a media noche, cuando nadie las ve, todas mis figuras descienden de las repisas en que reposan, y juegan, y son felices. Un juguete en una caja está condenado a un eterno encierro, son juguetes tristes, son el niño que castigado en casa se limitaba a ver desde su ventana cómo los demás jugaban. El juguete en la tienda es la mascota en espera de una familia que la adopte, cuando alguien lo compra, el juguete sonríe, halló un hogar, o eso cree, porque llega a la nueva casa, pero su vida no cambia en nada, seguirá encadenado a una caja.

Los coleccionistas, todos, sufrimos el pecado de la avaricia, siempre queremos más, jamás tendremos esa figura que nos haga decir: “Ya no compro más, esta es la definitiva”. Pero tener cosas en caja, por más bellas y geeks que sean, tarde o temprano te llevarán protagonizar un capítulo del programa “Acumuladores compulsivos”. Quienes sí las destapamos, contamos con mayor espacio, la gente puede llegar, acercarse a los juguetes y contemplarlos, es un museo lo que estamos creando.

Por supuesto no pretendo cambiar la mentalidad de los Toy Box Boys, siempre nos miraremos desde distinta orilla, lo importante es disfrutar el sonido que arrastra el río. A los dos nos gusta el fútbol, pero a cada quien distinto equipo, lo importante es gozar el partido y salir abrazados del estadio hayamos ganado o perdido. Por eso mi más preciada colección sigue siendo la de amigos, los colecciono de todo tipo; tengo los que piensan como yo, y tengo los que piensan distinto, me divierto igual con ambos, aunque en casa de algunos me sienta como en local de San Andresito.



Escrito para la Revista Mall Pocket, edición 44.