(CUENTO)
Yo era muy pequeño entonces, pero recuerdo perfectamente el rostro de
mi padre totalmente desfigurado por la angustia, era una calurosa mañana de
verano cuando irrumpió en la habitación donde yo jugaba con mis hermanos,
simplemente se nos quedó mirando y dio la noticia de inmediato: “¡Su mamá acaba
de ser secuestrada!”. A pesar nuestra edad sabíamos perfectamente lo que eso
significaba, y siempre he agradecido el hecho de que mi padre no se pusiera con
rodeos o se tomara la molestia de mentir para protegernos. Esa confianza que
papá depositó en nosotros nos hizo adquirir el compromiso silencioso de
comportarnos valientemente, así como la situación lo exigía. Primero tuvimos
una discusión intentando decidir si avisar a las autoridades o esperar a que
los maleantes se comunicaran; finalmente optamos por no precipitarnos y
aguardar a que se pusieran en contacto.
Uno suele pensar que ese tipo de cosas sólo le ocurren a los demás,
vemos las desgracias como algo tan lejano y ajeno que nos resistimos a
comprenderlas, solo cuando vivimos el infortunio en carne propia abrimos
nuestra mente al dolor que conlleva, me parece demasiado triste que debamos
descubrirlo de tal manera. En éste momento el relato que usted sostiene en sus
manos hace que crucen por su mente pensamientos como: “¡Otro secuestro!”, “Éste
país cada vez está peor”, “Algo habrá hecho para merecerlo”, “¿En dónde está la
pagina de deportes?”. ¿Y quieren saber por qué lo sé, por qué sé que son esas las
ideas que cruzan ahora mismo por su cabeza?, muy sencillo, ¡porque yo era como
usted! Veía las noticias y sólo me afectaba el saber que los precios subirían.
Por eso sé que usted sólo podrá entenderme cuando le ocurra, también por eso
ruego que usted nunca deba comprenderme.
Pasaron dos días y los secuestradores no aparecían, temíamos por su
vida al mismo tiempo que preguntábamos por qué nos sucedía, por qué a nosotros
si no éramos una familia adinerada, ese es otro error, creer que solo le ocurre
a la gente rica. Pero sin importar nuestra pobreza estabamos dispuestos a
conseguir lo que fuera para salvarla, mas al transcurrir el tercer día de
silencio absoluto optamos por contar a unos amigos y ellos estuvieron de
acuerdo en que debíamos presentar el denunció, cosa que hicimos tan sólo para
comprobar que es un absurdo, mi madre no era esposa de alguien importante como
para ver un verdadero operativo, sólo preguntas de rutina para consignar
palabras en una declaración oficial donde negábamos tener enemigos u
conocimiento alguno del por qué nos hacían esto, incluso nos prohibieron dar
dinero a los mafiosos cuando comunicaran el precio requerido.
Transcurrieron dos meses de zozobra silenciosa y perdimos la esperanza
de volverla a ver con vida, nos resignamos a la idea macabra de que la habían
matado al oponer resistencia. Un año luego mi padre aún se negaba a realizar un
funeral simbólico porque no podía descansar hasta encontrar su cuerpo. Mis
hermanos y yo hicimos lo posible por continuar con nuestras vidas en homenaje a
quien nos dio la oportunidad de llegar a éste mundo.
Hasta que ocurrió dos años luego de su plagio, llegaron noticias de un
amigo lejano que llevaba desaparecido desde tiempo anterior al de nuestro
rapto. Fue él quien nos contó lo ocurrido, un desconcertante y para nada reparador
alivio. Es así como hoy sabemos, sin poder hacer algo por ella, que mi mamá, al
igual que otros animales, vive prisionera en una jaula donde la gente, no sé de
qué clase, pagan por verla.