(CUENTO)
Un día se encontraron dos aprendices de
distintos monasterios y se enfrascaron en una discusión sobre sus filosofías ya
que ambas se contradecían. Llevaban ya un buen tiempo en la disputa cuando pasó
por allí un anciano del pueblo al que llamaron de inmediato. Lo pusieron a
desempeñar el papel de juez y cada quién hablo de su Maestro y la doctrina que
enseña. El anciano escuchó atento hasta que ambos terminaron.
--- Descuide Señor, puede decir la verdad
con toda tranquilidad, no importa que a él le hiera.
--- Muchachos, --- dijo el anciano--- lo
planteado por cada Maestro está perfecto, son ustedes los que están mal en lo
que piensan.
--- Pero es imposible que ambos Maestros
estén bien si cada uno dice lo contrario.
--- Y es imposible que nosotros estemos
mal si cada uno sigue a los dos que usted dice están bien en lo que dicen.
--- Muchachos, --- agregó el anciano con
una amable sonrisa en los labios--- los dos Maestros están bien porque saben
demasiado, y ustedes están mal porque ignoran que incluso los maestros pueden
estar equivocados.