(CUENTO)
Era el día del idioma, la palabra cumplía
años. Allí estaban todas las palabras reunidas para celebrarlo, tenían un
pastel de versos y una piñata de significados, el show lo harían unos silencios
mágicos y algunas sonrisas complacidas.
Todo estaba dispuesto, especialmente la
asistencia, podías encontrar absolutamente todas las palabras en aquella fiesta.
La palabra más optimista: “Puedo”. La más hermosa: “Amor”. La más necesaria:
“Fe”. La más negativa: “No”. La más fácil: “Sí”. La palabra más corta: “¿Y?”.
La palabra más larga: “Esternocleidomastoideo” (si usted conoce otra más larga,
lo felicito, espero que ese dato le sea muy útil en la vida). La más difícil: “Otorrinolaringólogo”
(dígala tres veces seguidas si es tan berraco). La más culta: “Escritor“ (con
no contadas excepciones, por ejemplo, Youtuers que hayan publicado un libro no
cuentan como escritores). La más vulgar: “(censurada por motivos de decencia)”.
La más fea: (he preferido omitir el nombre de la mujer en cuestión para no
herir la susceptibilidad de sus tocayas). La más gomela: “Out” (agradecemos al
idioma ingles por su generosa contribución). La más chistosa: “cucurucho” (o
por lo menos a las demás palabras les causaba mucha gracia pronunciarla). La
más ególatra: “Yo”. La más humilde: “Gracias”. Y la más compleja: “Mujer”.
Llegado al momento de romper la torta todos
se reunieron en torno a ella. Cuando de repente, un silencio confundido inundó
la habitación. Las palabras se miraron entre ellas sin atreverse a preguntar,
hasta que por fin la palabra “Ignorancia”, tan atrevida como siempre, preguntó:
“¿Cuál es la palabra que cumple años?”. Absolutamente nadie sabía cual fue la
primera palabra pronunciada. La palabra “Olvido”, dijo: “Yo no me acuerdo”. La
palabra “Mentira”, dijo: “La primera fui yo”. Pero la palabra “Verdad”,
contestó: “Eso es mentira”. La palabra: “Honestidad”, agregó: “Yo tampoco soy”.
Todas especulaban, unas a otras se
preguntaban y así mismo refutaban. La palabra “Antigüedad”, aseguró ser la más
antigua, cosa que objetó la palabra “Principio”, pues incluso la mas longeva
antigüedad gozó primero de un principió. La palabra “Silencio”, razonaba de la
siguiente forma: “Si antes no existían las palabras reinaba entonces el
silencio, he aquí que la primera palabra, ¿quién si no Yo ha de serlo?”. Pero
la palabra “Ruido”, le explicó: “No existían las palabras mas sí el oído, y
podía escucharse el ruido, por lo tanto, el ruido y la primera palabra son lo
mismo”. Pero entonces apareció la lógica
de la palabra “Nada”: “No hay lugar a dudas en que fui siempre lo primero, ya
lo dice la Biblia
cuando explica que antes no existía nada”. Fue entonces cuando entró a filosofar
la palabra “Pensamiento”: “Retomemos tu expresión para descubrir que la propia
aseveración lo explica: no existía nada, es decir, la nada no existía, de haber
estado allí, diría, solo nada había”. Confundidos todos dirigieron su mirada
hacia la palabra “Sabiduría”, y ésta siempre así de sabia, tan sólo atinó a
decir que no sabía nada.
Llenas de congoja las palabras se
entregaron a la resignación de ignorar su procedencia, pero entonces escucharon
una risa. Aquel que la emitía era el único que sabía, y tras divertirse un rato
a costillas de sus amigas, decidió contarles aquello que cambiaría sus vidas, y
la palabra “Cuento”, les narró lo que relato a continuación:
“Al principio las palabras no existían,
los seres humanos tan sólo se comunicaban con gestos, si querían decirse algo
especial lo hacían con abrazos y caricias, y cuando querían expresarlo
absolutamente todo, lo hacían por medio de un beso, motivo por el que en aquel
entonces la comunicación entre gente del mismo sexo era escasa.
“Una pareja en especial llevaba ya tiempo
viviendo junta, por supuesto todavía no existía el matrimonio, pero eran unos
felices enamorados que tenían varios años haciéndose compañía. Lamentablemente
él cometió un gran error (que no viene ahora a colación), ella entonces, herida
en lo más profundo de sus sentimientos, decidió marcharse.
“El hombre al verla alejarse sintió un
vacío en su pecho, quería expresar algo que tradujera en un sonido su
arrepentimiento, lo más disiente que conocía era el beso, pero ella no le
permitiría pronunciar en sus labios un beso nuevo. Fue así que llevado por la
desesperación sus labios se movieron y emergió algo de ellos, un sonido extraño
recién inventado, una palabra desconocida pero tan sincera que la mujer la
entendió sin conocerla, se dio la vuelta hacia él para encontrarse con sus ojos
arrasados por el llanto, otra expresión nueva sumada a lo pronunciado. No hicieron
o agregaron algo, permanecieron solemnes guardando un minuto de silencio, por
el silencio que había muerto. Luego, ella se acerco al hombre arrepentido, le
beso y concedió lo que suplicó cuando con la voz entrecortada pronunció la
primera palabra, “Perdón”. “
La palabra “Cuento” terminó de hablar, y
todas las miradas se dirigieron a la primera palabra, “Perdón” estaba en un
rincón, y apenado por su propio olvido les pidió perdón. Las palabras se
sintieron apenadas, la primera palabra, aquella tan necesaria, la más difícil
de pedir y mucho más de conceder, había sido olvidada. Todas le pidieron
disculpas a la homenajeada, y ella tan bondadosa como siempre, les perdonó. La
fiesta se reanudó y todas juraron no cometer de nuevo aquel error. Y dieron a
la cumpleañera el mejor de los regalos: un diccionario, que es para las
palabras su álbum fotográfico.
Así transcurrió el cumpleaños de la
palabra “Perdón”, y pido perdón a quien pueda no haberle gustado mi relato. Hay
quienes la olvidan, no por ser la primera y más antigua, sino porque los
hombres no la citan, y si lo hacen es perfidia, le recuerdan solamente al
arribar la hora ya tardía. Tal paradoja indica que la primera palabra suele ser
también la última.