miércoles, 22 de junio de 2022

HUYE POR TU VIDA

                                                      (CUENTO)


Corría tan de prisa que le era imposible eludir las ramas que a su paso se rompían mientras le herían el rostro, manaba sangre de su costado y la profunda herida le dolía, pero no hay tiempo de detenerse a atender heridas cuando se es perseguido por asesinos.

Sabía que su propia sangre debía estar dejándoles un imperdible rastro. Se detuvo por un segundo a considerar las posibilidades que tenía para despistarlos, quizá huyendo río abajo, o quizá rodeándoles para emboscarlos, pero esto último sería un suicidio, ellos eran más y mejor armados.

El corazón fatigado retumbaba con violencia en sus oídos, quizá se eleve así el sonido de la vida cuando evacua el cuerpo a través de un pequeño orificio. Intentó reanudar su marcha, pero las fuerzas lo abandonaron y sus piernas flaquearon. Postrado en tierra emitía desesperados respiros, tomar el aire suficiente era un suplicio.

De pronto guardó silencio repentino, cesaron de golpe sus jadeos y latidos, agudizó el oído y pudo percibir los susurros del enemigo. Imponiéndose al cansancio se incorporó para ponerse al cubierto tras un tronco. Clavó su vista en el lugar de dónde provenían los pasos disimulados y vio dos siluetas muy poco diestras.

Un repentino impulso de ira le hizo considerar la opción de atacarlos de inmediato, no permitiéndoles reaccionar podría acabarlos. Pero un segundo antes de lanzarse en pos de ellos descubrió una tercera figura que aparecía rezagada. ¿Cuántos más podrían ser? Ésta interrogante fue interrumpida cuando esa nueva persona en escena levantó su arma para apuntar en dirección a él.

Su salto instintivo precedió por medio segundo el estallar de la bala contra el árbol que resultó ser el único herido. Sin dar espera se incorporó para emprender la huida a una velocidad mayor de la requerida por los dos primeros individuos para halar sus respectivos gatillos. Tras él tronaron los disparos, pero ninguno fue capaz de impactarlo.

Su fuerza de voluntad llegó al extremo y cayó rendido al suelo, sus ganas de vivir superaban la capacidad de su cuerpo para seguirlo haciendo. Sus perseguidores no tardaron en darle alcance y estando allí tendido les vio venir mientras lamentaba el carecer de los medios para terminar con su propia vida negándoles el placer de darle fin. Llegaron a su lado y consultaron entre ellos quién debía hacer el ultimo disparo, le ignoraron por completo mientras tomaban la decisión, su ultimo sentimiento en vida fue el de ser el más humillado de los condenados, cerró los ojos y aguardó el impacto, una bala cegaría su existir, en segundos escucharía el estruendo seguido a lo que uno de los cazadores hubo dicho, “Que sea un tiro limpio, no queremos que el venado sufra”.

miércoles, 15 de junio de 2022

CITA MÉDICA

                                                         (CUENTO)



De una forma puntual aquel hombre se presentó a su cita medica, quince minutos antes de la hora indicada por el estricto sistema telefónico que le asignó ser atendido por la doctora Castillo a las 10:15 de la mañana. La sala de espera tenía ocupada la totalidad de sus sillas, cada persona ansiosa por ser atendida, ansiosa de ingresar al consultorio para exponer su dolencia a la experta en medicina. En él era distinto, su padecimiento físico no existía, no obstante, su ansiedad era la mayor de entre todas las presentes.

Aguardó en pie hasta que una de las sillas fue desocupada por el paciente que tras escuchar su nombre ingresó al consultorio. Una vez sentado el transcurrir del tiempo le pareció más largo, aguardaba con paciente desespero. Cuánto tiempo sin tocarla, cuánta dificultad para verla, después de todo sí presentaba un malestar.

Luego de los minutos que se le antojaron eternos, la enfermera pronunció su nombre indicándole su turno. Ingresó sin demora conociendo de antemano la importancia de aquellos efímeros minutos. Allí estaba ella, de pie junto al escritorio, con su bata blanca y su rostro hermoso. La sonrisa de ambos iluminó la estancia, casi tanto como lo hicieron el beso y abrazo que prosiguieron.

Rompiendo la rutina en que el paciente se desviste frente a su galeno, mutuamente y de forma desesperada se deshicieron parcialmente de sus prendas. Se entregaron uno al otro con la rabia del tiempo que no es propicio, con la ira del instinto en que poseer al otro debe ser algo no medido, de una forma tal en que la pasión asemeja un ladrón furtivo; debieron hacer el amor como si tan sólo tuvieran sexo.

Del mismo modo intempestivo que comenzó, todo terminó. Sin recibir tregua alguna por parte de los minutos inexorables debieron omitir también el abrazo postrer, aquel que reconcilia la batalla de los cuerpos con la paz de las almas. Simplemente se vistieron e intercambiaron un último beso. Ambos lo sabían, así sería. Para ella, lo exigido por su profesión; para él, lo exigido por su amor.

El paciente se detiene junto a la puerta para decir adiós y escuchar la única noticia médica que obtendría de ella. “Hoy me toca doble turno, no me esperes despierto amor”.


lunes, 6 de junio de 2022

ESA VOZ CALLADA

                                                                        (CUENTO)




Desde que tenía memoria había sido amenazado por la misteriosa voz, con un aterrador sonido de ultratumba estaba dispuesta siempre a decirle cosas al oído en el menor descuido. Descubrió entonces que la clave era nunca permitirle hablarle, por eso cantaba todo el día, tarareaba o hablaba consigo mismo a solas. En su casa siempre el radio o el televisor debían permanecer encendidos, incluso cuando se encontraba dormido, lo importante era que una voz humana o cualquier sonido opacarán la misteriosa voz.

 

Un buen día se cansó de aquello, esquizofrenia o no, era demasiado tiempo de estar huyendo y esconder cada minuto de su vida tras cualquier sonido. Decidido a poner fin a aquella persecución nefasta, llegó a casa, apagó el televisor y el radio, se calló por completó y aguardó la aparición de la misteriosa voz. Transcurrieron cinco minutos hasta que ella se manifestó, allí estaba, no era producto de su imaginación. La escuchó sin miedo y sí con fascinación, quedó maravillado, era tanto cuanto tenía por decirle su silencio.