El alcohol siempre ha causado muchas desgracias en la sociedad: accidentes automovilísticos, disoluciones familiares, dárselo a una vieja fea, etc. Pero nunca antes nos privó el licor de algo tan algo tan valioso como de “Two and a Half Men”, una de mis comedias favoritas. Para quienes aún no se hayan enterado, la serie se canceló porque su protagonista, Charlie Sheen, es tan borracho que alcohólicos anónimos lo declaró causa perdida. Qué tristeza. ¿Cómo es que un programa excelente nos dura tan poco y sí tuvimos que soportar dos décadas de “Padres e hijos? ¿Cómo no se nos ocurrió antes emborrachar a Luis Eduardo Motoa?
Siempre se dijo que el éxito de la serie radicaba, entre otras, en que Charlie Sheen interpretaba a un tipo tan alcohólico y mujeriego como sí mismo (lo cual me ha dado la idea de escribir una comedia en la que Faustino Asprilla haga de un tipo al que le digan El Tino), pero en eso precisamente recayó la desgracia del programa. Charlie Sheen tiene tanto alcohol en su organismo que si al morir lo creman, va durar ardiendo una semana.
La verdad es que por más que adoremos a Charlie, no hay cómo defenderlo, el tipo vive metido en problemas: no llega a las grabaciones, insulta a los productores, amenaza a la mujer, se emparranda con actrices porno. Hagan de cuenta, Diomedes gringo.
Pongámonos en los zapatos de sus compañeros de trabajo, quienes interpretan a su hermano Alán y sobrino Jake. ¿Se imaginan la rabia que han de sentir al saber que quedaron desempleados sólo porque este güevon al desayuno no se toma los cereales en leche sino en whiskey? Si el niño estaba pagando un apartamento, se jodió. Porque aceptémoslo, por más que los productores han contemplado la posibilidad de continuar la historia con un actor sustituto, no tendría sentido. Two and a half men sin Charlie, sería como Los Magníficos sin Mario Baracus.
En cada capítulo de Two and Half men, además de hilarantes escenas, aparecían despampanantes mujeres con las que Charlie satisfacía sus instintos carnales, es decir que, dos cosas eran seguras al terminar de verlo: usted se habría reído, y sentiría la irreprimible necesidad de hacerse un pajazo. Estas y otras tantas maravillas son las que nos robó el alcohol. Pero ni modo, así es la televisión, y seguiremos viéndola, afortunadamente el elenco de The Big Bang Theory es muy juicioso.
Siempre se dijo que el éxito de la serie radicaba, entre otras, en que Charlie Sheen interpretaba a un tipo tan alcohólico y mujeriego como sí mismo (lo cual me ha dado la idea de escribir una comedia en la que Faustino Asprilla haga de un tipo al que le digan El Tino), pero en eso precisamente recayó la desgracia del programa. Charlie Sheen tiene tanto alcohol en su organismo que si al morir lo creman, va durar ardiendo una semana.
La verdad es que por más que adoremos a Charlie, no hay cómo defenderlo, el tipo vive metido en problemas: no llega a las grabaciones, insulta a los productores, amenaza a la mujer, se emparranda con actrices porno. Hagan de cuenta, Diomedes gringo.
Pongámonos en los zapatos de sus compañeros de trabajo, quienes interpretan a su hermano Alán y sobrino Jake. ¿Se imaginan la rabia que han de sentir al saber que quedaron desempleados sólo porque este güevon al desayuno no se toma los cereales en leche sino en whiskey? Si el niño estaba pagando un apartamento, se jodió. Porque aceptémoslo, por más que los productores han contemplado la posibilidad de continuar la historia con un actor sustituto, no tendría sentido. Two and a half men sin Charlie, sería como Los Magníficos sin Mario Baracus.
En cada capítulo de Two and Half men, además de hilarantes escenas, aparecían despampanantes mujeres con las que Charlie satisfacía sus instintos carnales, es decir que, dos cosas eran seguras al terminar de verlo: usted se habría reído, y sentiría la irreprimible necesidad de hacerse un pajazo. Estas y otras tantas maravillas son las que nos robó el alcohol. Pero ni modo, así es la televisión, y seguiremos viéndola, afortunadamente el elenco de The Big Bang Theory es muy juicioso.