(CUENTO)
Sentado
frente al computador digitaba las últimas palabras de su propuesta, el
documento se encontraba listo con anterioridad, pero considerando todo cuanto de
él dependía, una última depuración del texto no estaba de más. Repasó
minuciosamente todo su contenido, y al considerarse completamente satisfecho
con la versión final, ejecutó la orden de impresión. Exhausto se reclinó en su
asiento mientras veía cómo las páginas en blanco se introducían en la impresora
para aparecer al otro extremo conteniendo ya grabadas las palabras y números en
las que tenía depositada toda su esperanza de recuperar la estabilidad de sus
finanzas.
El
casi mudo sonido de la impresora láser servía como música de fondo a sus
pensamientos. Se encontraba sumergido en el nerviosismo por la reunión a
realizarse el día siguiente. A primera hora del día debía tomar un avión que le
condujera a la ciudad en que algunos de los inversionistas más importantes de
la nación se reunirían en torno suyo para escuchar lo que prometía ser el
proyecto de mayor envergadura en los últimos años. Si lograba convencerlos no
sólo estaría salvándose de la quiebra absoluta a la que lo arrojó el riesgo
corrido en su ultimo negocio, uno al que le apostó la casi totalidad de su
capital; en caso de disuadirlos sobre la viabilidad de ganancia en la
pretensiosa empresa, también estaría garantizado el futuro económico de sus
hijos.
Guardó
los papeles en su maletín prestando suma atención a no olvidar alguno que
pudiera afectar la exposición empresarial. Luego se dirigió a la cama en que su
amorosa esposa lo aguardaba, se tendió a su lado y ella lo rodeó con sus brazos
mientras susurraba cuánto lo amaba, le decía que confiaba en él y que con
seguridad todo saldría bien. Fue la voz de su pareja lo último que escuchó esa
noche justo antes de cerrar los ojos y sumergirse en el océano de sueños donde
la reunión se llevaba a cabo con el éxito esperado; fue también aquella voz lo
primero que escuchó al amanecer, anticipándose cinco minutos al despertador
depositó un cálido beso en la mejilla del hombre que sentía llevar el peso del
mundo sobre sus hombros, le instó a bañarse mientras ella preparaba el
desayuno. Cinco minutos luego el despertador sonaba en tanto el hombre se
miraba fijamente al espejo repitiendo en voz alta lo capaz que era de llevar a
cabo tan imperiosa labor que se había propuesto.
Durante
la ducha y el desayuno el hombre repasaba mentalmente todos los argumentos que
presentaría a la junta y se formulaba a sí mismo los seguros interrogantes con
que le acometerían una vez culminada su exposición. Sus pequeños hijos,
ignorantes del relevante acontecimiento, acosaban a su padre con los juegos y
preguntas acostumbradas de cada mañana, él los veía así como a su espléndida
esposa y le aterraba la idea de fallarles nuevamente, sentía haberlo hecho al
perder todo su dinero en la inversión errada, pero ahora el destino le daba la
oportunidad de corregir su error, y no era una oportunidad cualquiera, era la
idónea para mejorar con creces no sólo su situación actual sino también la
privilegiada en que hasta hace poco estuvieran.
Dijo
a sus hijos lo mucho que los amaba, les besó y se dirigió a la puerta
acompañado por su esposa, frente a la casa ya aguardaba el taxi que habría de
conducirle hasta el aeropuerto. Cruzaron unas últimas palabras de aliento y un último
te amo, luego, ella lo vio ingresar al vehículo y partir hacia el gran negocio
que les devolvería la tranquilidad. El chofer tenía sintonizada una estación
musical adulto contemporánea muy propicia para la ocasión, canciones relajantes
brotaban de la radio para sosegar su intranquilidad, se dejó llevar por las
melodías mientras las cantaba por lo bajo intentando alejar de su mente la
inmensa cantidad de cifras que había estando memorizando desde muchos días
atrás. De repente, como despertando de un sueño, advirtió que el edificio a su
costado derecho había permanecido estático a lo largo de toda una canción,
entonces miró a su alrededor descubriendo el inmenso trancón vehicular en que
estaban atrapados. Miró su reloj de pulsera y lo comparó de inmediato con el
que reposaba en la parte delantera del vehículo, aún estaba bien de tiempo,
pero la completa inmovilidad del tráfico comenzó a despertar su nerviosismo.
Transcurridos quince minutos se habían movido escasos metros y el pánico se
apoderó de él. Preguntó al chofer si no conocía alguna ruta alterna para eludir
tal congestión, pero éste le explico que de poco o nada servía puesto que aún
faltaba un gran trayecto para encontrarse con el desvío requerido, se hallaban
completamente sujetos a la reanudación del tránsito, hasta entonces no podían
hacer algo distinto a esperar.
Lo
que en un principio fuera música relajante sufrió la metamorfosis en que las
melódicas voces de los cantantes se le antojaron la burla del destino ante su
desespero, pidió al chofer sintonizar otra emisora, preferiblemente una de esas
en las que dan informes del tráfico desde un helicóptero para orientar a las personas
justo antes de verse atrapadas en su situación actual. Efectivamente los
informantes aéreos reportaban la congestión sugiriendo a los conductores tomar
vías alternas que por supuesto ellos ya habían dejado atrás. Su alarma interna
se disparó al máximo haciéndole considerar la usual idea que asalta a quienes
son presas de un afán semejante, descender del auto y emprender el recorrido a
pie, pero la poca cordura que aún conservaba le hizo evidente la magnitud de
estupidez que significaría hacer caso a aquel impulso.
Veinte
minutos luego alcanzaban el punto en que el chofer lograba tomar la desviación
esperada para continuar su trayecto. La tranquilidad fue volviendo a su
semblante al ver la velocidad que el taxi alcanzaba, pero no dejaba de mirar
constantemente su reloj para cerciorarse del tiempo. Una vez llegaron a su
destino el hombre respiró aliviado y ofreció toda su gratitud al conductor como
si éste en lugar de prestarle un servicio de transporte acabase de salvarle la
vida. Descendió del vehículo, una vez más consultó su reloj, y aunque no era
tan temprano como le hubiera gustado estar evitando cualquier percance de última
hora lo cierto era que ya se encontraba allí. Se dirigió a la aerolínea para
reportar su equipaje, aguardó a su turno en la fila y posteriormente se acercó
a la hermosa joven que le atendería, le dirigió una sonrisa mientras su mano
derecha buscaba el pasaje de avión en el interior de su chaqueta, de inmediato
la sonrisa se nubló y apareció en su rostro la expresión de horror más
evidente.
Su
esposa hacía el intento de comprender los ininteligibles gritos proferidos por
su marido al otro lado de la línea, cuando finalmente entendió de qué se
trataba, el pánico se apoderó también de ella. En ocasiones el deseo ferviente
sobre una cosa es el mismo culpable de hacernos olvidar lo evidente en relación
con la obtención de ésta, tal ocurrió con él, quien concentrado en todos los
elementos de la reunión pasó por alto que lo más importante era estar presente
en ella.
Debido
a su precaria situación económica le era imposible comprar otro tiquete,
realmente estaban tan mal que incluso debieron sacrificar algunos gastos del
mes para poder realizar aquel viaje, les avergonzaba que sus amigos supieran lo
mal que se encontraban luego de haber sido tan prestigiosa familia, un pecado
muy común entre la gente con dinero que repentinamente se ve privada de él. Por
lo que su esposa, quien afortunadamente ya había enviado los niños al colegio,
vistió lo primero que tuvo a su alcance y emprendió la decisiva carrera. El
documento de identificación que le permitiría abordar el avión se encontraba en
la primera gaveta del escritorio, lugar evidente para evitar cualquier olvido,
y ahora que ella lo apretaba entre sus manos no lograba comprender cómo se
veían envueltos en aquella situación, la misma pregunta que se formularan unos
meses atrás luego del fracaso que los llevó a la ruina.
La
congestión en el tráfico de la que él fue víctima había desaparecido por
completo, pero la enorme distancia no era algo tan fácil de salvar con el
simple hecho de no encontrar obstrucción vehicular. Mientras tanto él se
llevaba las manos al cabeza escuchando por el altoparlante el llamado para los
pasajeros entre los cuales tendría que hallarse. Por su mente cruzaban sin
cesar todas las palabras contenidas en el discurso que al cabo de unas horas
debería estar ofreciendo a los hombres que ahora tan sólo se encontrarían con
un salón de juntas repleto, pero sin alguien que les explique el motivo de su
asistencia.
Tanto
la mente de él como la de ella parecían reproducir las mismas escenas dantescas
en su cabeza, la oleada de acreedores a los que habían estado eludiendo
valiéndose de su intachable reputación, pero que ahora tendrían que enfrentar
con la vergüenza de no poder responder, el embargo al que seguramente se verían
sometidos por los bancos cuyas tarjetas habían excedido el crédito, la burla de
los otros niños a sus pequeños hijos cuando se supiera la morosidad en que
habían incurrido sus padres, esa nefasta burla, otro pecado típico de las altas
esferas.
El
hombre rogaba a los funcionarios de la aerolínea que retrasaran el despegue,
mientras ella rogaba al conductor del taxi que acelerara excediendo el límite
de velocidad, pero a uno y otro les fueron negados sus ruegos. Él presenció con
impotencia cómo su avión rodaba por la pista de despegue en el momento mismo
que su esposa hacía la dramática aparición corriendo por el pasillo.
A
pesar de la ira y la frustración se fundieron en un abrazo mudo, sentían que el
mundo bajo sus pies temblaba con la violencia del más fuerte terremoto, y sólo
asidos el uno al otro eran capaces de soportar la sacudida. Sabían que lo
perderían todo y ese abrazo representaba su fuerte deseo de no perder lo único
que era verdaderamente suyo, lo único que nadie jamás podría quitarles a menos
que ellos mismos lo decidieran.
Permanecieron
abrazados durante un tiempo tan difícil de precisar como la cantidad lágrimas
que rodaron por sus mejillas. Luego se sentaron a intentar pensar, ella le
decía que podían cambiar el tiquete para el próximo vuelo y llamar a solicitar
que aplacen la junta durante algunas horas, pero ambos sabían que las
posibilidades de que ocurriera eran mínimas, bastante difícil había sido hacer
coincidir a tantos empresarios en una sola reunión, y el tercer pecado de los
adinerados es pensar que su tiempo es tan valioso como sus chequeras,
impidiéndoles conceder un pequeño crédito horario a los necesitados de él.
De
nuevo se abrazaron mientras preguntaban al cielo por qué lo injusto del destino,
por qué los dioses se divierten con los humanos cuál si fueran juguetes sin
alma, por qué les llenan los bolsillos de esperanza tan sólo para descubrir que
están rotos y lo puesto en ellos se pierde sin falta. Eran miles las preguntas
que se hacían cuando se desató la conmoción a su alrededor, guardias de
seguridad gritaban, la gente corría y los altavoces transmitían mensajes que
hacían un llamado a guardar la compostura. Sin terminar de comprender lo que
ocurría y olvidándose por un instante de su drama personal se pusieron en pie
para unirse a las masas agolpadas en torno a las pantallas de televisión. Nadie
podía dar crédito a aquella visión, mucho menos él, su avión, el mismo que le
conduciría al gran negocio que sería su salvación, el mismo que al despegar sin
él se convertía en su perdición, ese mismo, acababa de estrellarse contra la
primera de las torres gemelas.
OMG...me dejó impactada... Me encanta lo que escribes.
ResponderEliminarUn abrazo gigante.
Muchas gracias, no te imaginas cuánto me alegra ver comentarios en el blog, me hace pensar que por lo menos una persona lo lee, en este caso, tú, jeje. Un abrazo.
EliminarWow, ¡me encanto!,tiene una trama bastante interesante. Felicitaciones, sigue así. ¡Amo como escribes!
ResponderEliminarMuchas gracias, esto me motiva a seguir escribiendo. En los próximos días estaré compartiendoles varias cositas.
ResponderEliminarQue historia tan emocionante, quedé con muchas ganas de leer mas historias de verdad que felicitaciones eres muy buen escritor
ResponderEliminarQue historia tan emocionante, quedé con muchas ganas de leer mas historias de verdad que felicitaciones eres muy buen escritor
ResponderEliminarBien..quedó atento al próximo.
ResponderEliminarWow, realmente lo leí sin respirar, es increíble como me conecté con cada emoción!! Felicidades me encanta leer y tu historia fue realmente un placer erótico casi sexual jaja espero muchas Más!
ResponderEliminarMe honras a punto de sonrojarme.
EliminarHola ivan, soy el hijo de paula bermudez jaja, de verdad hace mucho tiempo algo no me generaba ese deseo de leer tanto como lo fue este escrito gracias de verdad, que buen final.
ResponderEliminarHola, la historia me envolvió, muy bien, escribe más.
ResponderEliminarMe encantó, de esos cuentos que te atrapan y te hacen sentir una montaña rusa de emociones, que te mantiene conectado con el cuento y te invita a seguir leyendo olvidando todo lo que te rodea.mil felicidades eres un grande en todo lo que haces,Dios te bendiga
ResponderEliminarUn fuerte abrazo Yanet.
Eliminary como dice el dicho:´´no hay mal que por bien no venga´´ y en esta historia esta mas que demostrado y sabe que fue lo que mas me encanto es que usted estuviera resaltando siempre los pecados, errores y absurdas acciones o cosas que hacen los ricos todo por mantener esa imagen prestigiosa impecable.
ResponderEliminarATT: Ana Maria Bustos Palencia
Iván que cuento tan espectacular quede con ganas de mas que lindo, te envuelve cada palabra y te lleva a cada emoción muy bueno 👏
ResponderEliminarMe encanto 👏🏻👏🏻👏🏻 Gracias por compartir 😊
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