(HUMOR)
En la entrega anterior empecé a
desgranar la compleja mazorca del comportamiento colombiano. En vista de que el
tema tuvo tan buena aceptación, y que para ésta ocasión no tenían otro mejor,
decidí seguir escarbando en lo que hay detrás de cada extraño comportamiento de
nuestra raza.
¿En qué otro lugar del mundo se
tiene por costumbre realizar una exposición de intestino en el pasillo de un
bus con el único fin de despertar la solidaridad en los ciudadanos? …¡En ninguno!,
únicamente en Colombia los desprevenidos pasajeros somos víctimas de éste
espectáculo desagradable, en el que utilizando el mismo ‘modus operandi’ de un suicida palestino, el terrorista del
exhibicionismo criollo descubre su estomago con el fin de mostrar el explosivo
mortal para nuestra bilis. Y el terror se eleva a otro nivel cuando no
contentos con mostrar la chamba, muy cortésmente nos invitan a tocarla para
comprobar que no es un efecto de maquillaje… sé de una señora que metió el
dedo.
¿En qué otro país del mundo se
tiene por costumbre llevar un bus con treinta personas a esperar un familiar
que viene de otro país? … Me atrevo a afirmar que solamente en Colombia hacemos
colapsar las terminales aéreas con una parranda de muchachitos corriendo por
los pasillos, de viejitos arropados hasta las orejas y de borrachos haciéndose los
graciosos para mitigar el retraso del vuelo. Lo triste es que el único
sentimiento que mueve a esta cuadrilla de colombianos a esperar al familiar en
cuestión, es pretender que este se conmueva con su presencia y les dé los
mejores regalos.
¿En qué otro país del mundo los
conductores protegen su vehículo contra cualquier desastre con el tradicional ‘detente’
paisa (Escapulario amarrado en el pedal del freno) y el zapatico del hijo mayor
en el espejo retrovisor de la mitad? …¡En ninguno! Solamente en Colombia los
conductores prefieren depositar su confianza en estos dos símbolos ancestrales,
que en una aseguradora seria; y en el caso hipotético de que la mística
estrategia llegara a fallar y le ocurriera alguna desgracia al conductor o al
vehículo, la explicación colombiana sería que no se le renovó a tiempo la
bendición en la iglesia de Chiquinquirá, o una de sus múltiples sucursales.
¿En qué otro país se somete a los
seres humanos a incomodas agonías basados en argumentaciones sin ningún soporte
científico?... ¡En Colombia! El paradisíaco edén en que un niño debe soportar
con valerosa actitud de mártir la inmensa cantidad de grados centígrados
ofrecidos por nuestra tierra caliente, sin la más mínima posibilidad de
sumergirse en la refrescante piscina, sólo porque mamá ordena esperar por lo
menos una hora mientras reposa el desayuno. Ahhhh, qué envidia esos niños
holandeses que se sumergen al agua con cloro acabando de degustar un buen
calentao.
¿En qué otra parte de éste
inmenso globo terráqueo puede verse que la totalidad entera de la población
posea avanzados conocimientos médicos sin jamás haber pisado el aula de una clase
dictada por un galeno?... ¡En absolutamente ningún sitio que no sea Colombia!,
único país en que sin importar cuál sea la dolencia que usted padezca, siempre
podrá contar con la opinión experta de cualquier pariente o vecino recomendándole
algo que es bendito pa´ ese dolor.
¿En qué otra parte del mundo
podríamos encontrar el fenómeno de todo un barrio reunido en torno a un muñeco
que se incendia durante los últimos minutos del año que termina? …¡Solo en
Colombia!, o quizá también en una que otra comunidad tribal africana, pero de
seguro ninguna tribu aborigen sigue con tanta religiosidad el ritual de vestir
al muñeco con las prendas del abuelito, y mucho menos la de organizar una
campaña sólo comparable a las mejores épocas de ‘La Teletón ’, con el fin de
conseguir la financiación que permita rellenar las entrañas del muñeco con
todas las modalidades ofrecidas por el ahora mercado negro de la pólvora.
¿Y en qué otro lugar del mundo
las autoridades tienen por costumbre divertirse inventando trámites que
únicamente sirven para hacer perder un valioso día a los ciudadanos? …bueno, seamos
objetivos y consideremos que quizás en unos cuantos, pero no dañemos el sentido
que llevan estas dos columnas y digamos que en ¡ninguno!, solamente en Colombia
se somete a la población a la flagelación, por ejemplo, del certificado del
DAS. La infraestructura dispuesta para dicho trámite no tiene nada que
envidiarle a la implementada en la feria de ganado para subastar animales;
después de soportar un día de filas eternas y ausencia de amabilidad por parte
de los funcionarios; al igual que las reses, nuestro premio es un sello, que ni
a ellas, ni a nosotros, nos sirven para nada.
Hasta aquí esta entrega de ‘Colombianos
somos’, pero escribo estas últimas líneas con la esperanza de que este pequeño
análisis de nuestra raza halle tierra fértil en las nuevas generaciones, y se convierta
en semilla de la evolución colombiana.