sábado, 30 de abril de 2011

LA BODA REAL


                                           (HUMOR)




Hasta que se nos casaron Will y Kate. Por fin salimos de eso, ya podemos volver a ocuparnos de noticias normales: que tal primer ministro se comió a una fulanita, que tal dictador ordenó dar de baja a no sé cuántas personas, que un sismo echó abajo tantos edificios, etc. Era tanta la atención mundial puesta en esta ceremonia, que cualquier otra cosa ocurrida hoy, estaba destinada a pasar totalmente inadvertida. Si hoy viernes un tsunami hubiera borrado del mapa a Hawái, escasamente hasta el domingo habrían empezado a preguntarse dónde está la islita. Mejor dicho, hoy era el día para que Osama Bin Laden se regodeara paseando por ahí tranquilamente, nadie le iba a poner cuidado.

Admito mi escaso interés en estos temas. La monarquía solo llama mi atención cuando se trata de ver pelear reyes en el Señor de los anillos. Por eso no deja de sorprenderme que en Colombia hubiera gente despertándose a las 4 AM para ver un matrimonio entre desconocidos ocurrido a kilómetros de distancia. Yo a esa hora no me despierto ni a orinar, tengo la vejiga entrenada para ello.

Hay que ver la emoción con que las presentadoras de noticias hablaban del evento, como si la que se estuviera casando fuera una hija de ellas. Yo entiendo el cuento de hadas que significa una plebeya echándole el lazo a un príncipe, pero de ahí a convertir en maravilloso el simple hecho de que se dieran dos pinches besos. Imagínense lo que pasaría donde supieran lo que el buen William habrá de hacerle en el lecho real. Y los periodistas hasta se tomaron la molestia de contabilizar la duración del beso. Puntualizan que duró escasos dos segundos, cosa que atribuyen a la presencia de la reina, quien reprueba las demostraciones públicas de afecto. ¿A nadie se le ha ocurrido considerar que quizás el príncipe se sintiera incomodo introduciendo su lengua en la boca de su esposa ante millones de curiosos?

Pero seamos justos. Así como los medios informativos resaltaron algunas soberanas estupideces, también llamaron la atención ante otros importantes detalles. Por ejemplo, el que a Kate casi no le entrara el anillo. Me imagino la pobrecita en la noche echándose jabón en el dedo para poder sacárselo. Pero no entiendo, ¿cómo es que con tanto ensayo previo nadie se diera cuenta que el anillo no le hormaba? ¿O estaba probado pero ella comió de más en la despedida de soltera y se le engordó el dedo?

El otro detalle que resaltaron y llamó mi atención, fue que ella hiciera votos de amor, mas no de obediencia. De ahí podemos deducir lo que le espera a él. Su nueva duquesa gritándole: “¡Usted podrá ser muy príncipe, pero me hace el favor, se pone las chanclas y me saca la basura!”.

La transmisión de estas nupcias rompió el registro del número de espectadores en simultánea siguiendo un evento a través de Internet, cerca de 2 millones. ¿Y personas viéndolo en televisión abierta alrededor del mundo? Ténganse de atrás: la medio bobadita de 2.000 millones de desocupados. Si la cifra sola por sí no los impresiona, se las enfrento a esta otra. ¿Saben cuántas personas vieron la final del mundial de futbol de Sudáfrica? 700 millones. Es decir, 1.300 millones de personas hallaron más interesante ver caminar a una novia hacia el altar, que ver correr a Piqué, Iniesta, Puyol, Casillas y Fábregas. He reflexionado mucho sobre este asunto, ¿por qué a tanta gente habría de importarle tanto ver la boda? Sólo se me ocurre que es el consuelo de ver que hasta un futuro rey puede cometer el cagadòn de casarse.

Veamos ahora un par de cifras. La boda se calcula costó alrededor de cinco millones de libras. Yo creo que apenas le mostraron los números al pobre príncipe Carlos, éste debió irse de culo. Ya me imagino al príncipe de Gales argumentando: “Vengan, ¿y si en vez de el palacio de Buckingham alquilamos un salón comunal?... O por lo menos cambiemos los de los aviones de la Real Fuerza Aérea por algo más económico, ¿qué tal un show de magia?”… Y lo asombroso es que con todo y lo costosa, fue seis veces más barata que la boda del mismo Carlos con Lady Di. Es decir, el tipo objetó por conocimiento de causa. Es que hasta puedo verlo llamando a su hijo para aconsejarlo: “Willy, venga para acá. Mijo, no vale la pena meterle tanto billete a eso del casorio. Hágame caso. Vea que si la boda parece cara, son chichiguas al lado de un divorcio”.

Es que estos británicos cuando se dicen a hacer algo costoso, de verdad lo cumplen, por ejemplo el vestido de novia de Kate Middleton costo 400 mil dólares. ¿Para qué invertir tanto en algo que sólo se pondrá una vez? Porque no me la imagino en unos años diciéndole a su hija: “Vea mamita, este es el vestido que usé cuando me casé con su papá. Ahí se lo he guardé todo este tiempo para que pueda ponérselo ahora que se case con el Barón de Munchausen”. Los únicos que obtendrán un beneficio adicional del vestido son los costureros de barrio del mundo. A partir de ahora todas las futuras esposas van a llegar con una foto de revista diciéndoles. “Vea, quiero que me confeccione uno así, igualito al de la princesa”. Porque en algún punto de sus cerebros femeninos, anida la idea de que si usan el mismo vestido, lograrán verse igual de bellas, así pesen el doble. Idea tan descabellada como la de que si bautizan a sus hijas de la misma forma, estas podrán aspirar a un príncipe azul. Prepárense porque el 50% de niñas nacidas este año obedecerá a todas las posibles combinaciones del nombre Kate: Kate Yurani, Kate María, Ana Kate y Shaki Kate.

El problema de esta boda es que ahora nos toca empezar una terapia para convencer a nuestras novias de que esta no debería llamarse una boda real, sino boda imaginaria, porque ni en sueños podrán tener algo parecido. Yo ya tuve un problema con la mía, toda ofendida me dijo: “¡¿Cómo así que nosotros no podemos invitar a David Beckham a nuestra boda?! ¡¿Cómo William sí se lo llevó a Kate?! ¡Pero claro, si le dijera que invitemos a Sara Corrales, ahí mismo sale volando a llevarle la invitación!” Y si explicarle eso fue complejo, imaginen lo que sufrí para hacerle entender por qué Elton John tampoco cantaría en nuestra recepción.

La única manera que tenemos de consolar a nuestras esposas ante el hecho de no poder ofrecerles una boda semejante, es hacerles ver que ellas tendrán de nosotros algo que Kate no consiguió de William. ¿Sabían ustedes que él no llevará argolla de casado? Es decir, mujeres, ustedes por lo menos podrán poner en nuestro dedo, algo que les haga saber a las demás, que ese hombre no será príncipe, pero ya tiene dueña, y es respetada como una reina.