miércoles, 21 de diciembre de 2022

EL SECUESTRO DE MI MADRE

                                                             (CUENTO)




Yo era muy pequeño entonces, pero recuerdo perfectamente el rostro de mi padre totalmente desfigurado por la angustia, era una calurosa mañana de verano cuando irrumpió en la habitación donde yo jugaba con mis hermanos, simplemente se nos quedó mirando y dio la noticia de inmediato: “¡Su mamá acaba de ser secuestrada!”. A pesar nuestra edad sabíamos perfectamente lo que eso significaba, y siempre he agradecido el hecho de que mi padre no se pusiera con rodeos o se tomara la molestia de mentir para protegernos. Esa confianza que papá depositó en nosotros nos hizo adquirir el compromiso silencioso de comportarnos valientemente, así como la situación lo exigía. Primero tuvimos una discusión intentando decidir si avisar a las autoridades o esperar a que los maleantes se comunicaran; finalmente optamos por no precipitarnos y aguardar a que se pusieran en contacto.
 
Uno suele pensar que ese tipo de cosas sólo le ocurren a los demás, vemos las desgracias como algo tan lejano y ajeno que nos resistimos a comprenderlas, solo cuando vivimos el infortunio en carne propia abrimos nuestra mente al dolor que conlleva, me parece demasiado triste que debamos descubrirlo de tal manera. En éste momento el relato que usted sostiene en sus manos hace que crucen por su mente pensamientos como: “¡Otro secuestro!”, “Éste país cada vez está peor”, “Algo habrá hecho para merecerlo”, “¿En dónde está la pagina de deportes?”. ¿Y quieren saber por qué lo sé, por qué sé que son esas las ideas que cruzan ahora mismo por su cabeza?, muy sencillo, ¡porque yo era como usted! Veía las noticias y sólo me afectaba el saber que los precios subirían. Por eso sé que usted sólo podrá entenderme cuando le ocurra, también por eso ruego que usted nunca deba comprenderme.
 
Pasaron dos días y los secuestradores no aparecían, temíamos por su vida al mismo tiempo que preguntábamos por qué nos sucedía, por qué a nosotros si no éramos una familia adinerada, ese es otro error, creer que solo le ocurre a la gente rica. Pero sin importar nuestra pobreza estabamos dispuestos a conseguir lo que fuera para salvarla, mas al transcurrir el tercer día de silencio absoluto optamos por contar a unos amigos y ellos estuvieron de acuerdo en que debíamos presentar el denunció, cosa que hicimos tan sólo para comprobar que es un absurdo, mi madre no era esposa de alguien importante como para ver un verdadero operativo, sólo preguntas de rutina para consignar palabras en una declaración oficial donde negábamos tener enemigos u conocimiento alguno del por qué nos hacían esto, incluso nos prohibieron dar dinero a los mafiosos cuando comunicaran el precio requerido.
 
Transcurrieron dos meses de zozobra silenciosa y perdimos la esperanza de volverla a ver con vida, nos resignamos a la idea macabra de que la habían matado al oponer resistencia. Un año luego mi padre aún se negaba a realizar un funeral simbólico porque no podía descansar hasta encontrar su cuerpo. Mis hermanos y yo hicimos lo posible por continuar con nuestras vidas en homenaje a quien nos dio la oportunidad de llegar a éste mundo.
 
Hasta que ocurrió dos años luego de su plagio, llegaron noticias de un amigo lejano que llevaba desaparecido desde tiempo anterior al de nuestro rapto. Fue él quien nos contó lo ocurrido, un desconcertante y para nada reparador alivio. Es así como hoy sabemos, sin poder hacer algo por ella, que mi mamá, al igual que otros animales, vive prisionera en una jaula donde la gente, no sé de qué clase, pagan por verla.