(CUADERNO PERSONAL)
Tras cientos de entrevistas concedidas a lo largo de mi vida artística,
quizá la pregunta que con mayor frecuencia me formulan es: “¿Desde cuándo y por
qué te gusta tanto Batman?” Si en algún momento han compartido esta inquietud,
continúen leyendo, dedicaré las siguientes líneas a contarles una historia de
amistad, porque eso es Batman para mí, el mejor amigo imaginario que se pueda
haber tenido.
Cuando yo era niño, mi abuelita sumamente sobreprotectora prefería
tenerme cerca que corriendo riesgos infundados en cualquier jardín infantil,
motivo por el que aprendí a leer en casa. Mi tío Fernando asumió las veces de
profesor, y para incentivar mi interés por la lectura decidió llevarme
historietas de adivinen qué personaje. Batman irrumpió así en mi vida, como
viñetas de las que yo tan solo entendía los dibujos. ¿Por qué ese hombre de
traje azul y gris golpeaba a los demás señores? Lo descubriría a los 4 años
cuando logré dominar el alfabeto y la forma en que combinado creaba las
palabras.
Los cómics siempre fueron algo normal en mi vida, pues mi papá
coleccionaba las historias de Tarzán, Kalimán, El Fantasma que camina, entre
otros tantos publicados en el periódico por aquellos años, y si bien mi
inmersión en la lectura se dio a través de todos ellos, algo convirtió al
hombre murciélago en mi favorito por sobre todos los otros, ¿qué fue ese algo?,
la televisión. Para esa época empezó a transmitirse en Colombia la serie de
Adam West, el popular Batman sesentero con el pegajoso intro musical del
nanananananana. Hoy en día sus capítulos nos arrancan risas, pero viajemos al
pasado y situémonos en el contexto, para un niño de 5 años significaba tener en
frente al superhéroe más grande de todos los tiempos. Era una cita semanal a la
que jamás faltaba sin importar lo que ocurriera. Sus golpes acompañados de
graciosos efectos de sonido y letras gigantes con silabas como “Zas” y “Pum”,
representaban los feroces golpes de artes marciales con los que quisiéramos
derrotar a los bravucones del colegio; y sus simpáticos villanos, la primera,
aunque ingenua alegoría de cómo el mal jamás puede triunfar sobre el bien.
A medida que fui creciendo y leyendo los cómics cada vez más adultos y
oscuros de las nuevas épocas, mi conexión con él alcanzó un nivel superior a la
del simple divertimento. Empezó a ocurrirme que así como los fanáticos
religiosos interpretan a su acomodo los pasajes de las escrituras, yo hallaba
en sus historias algunas reflexiones y analogías perfectamente aplicables a mi
vida como señales. Para explicarme mejor, citaré las dos más importantes.
Gracias a Dios no fui un huérfano como Bruce Wayne, pero mis padres me
abandonaron cuando era niño, y su ausencia, incluso cuando aparecían
esporádicamente, me causaba la sensación de soledad y abandono que experimenta
Bruce, así que, al igual que él, decidí convertir la ira y el dolor en algo
positivo. Por supuesto mi camino nada tiene que ver con la venganza, pero como
el heredero Wayne, opté por mostrar al mundo una cara distinta de la que veía
al espejo cuando al llegar a mi habitación, esa austera baticueva, me despojaba
de la máscara. Tantas veces lloré y maldije en silencio esperando que la vida
me enviara una señal, años después ésta llegaría, no como un murciélago
atravesando el cristal de mi ventana, pero sí igual de reveladora, aunque esa
es otra historia.
La segunda metáfora viene de la mano con La Liga de la Justicia. Entre
sus miembros principales Batman es el único que no cuenta con poderes sobrenaturales, pero dicho por el mismo Superman, es el ser humano más peligroso del
planeta Tierra. Con base en disciplina y entrenamiento fue capaz de ponerse al
nivel de semidioses; olvidando los limites personales y sin valerse más que de
su ingenio, ha salvado en más de una ocasión a los otros superhéroes, quienes
estando a su lado olvidan por completo que ese bajo la capucha es tan solo un
hombre más. Podrá sonarles demasiado onírico, pero así me veo a mí mismo. En mi
profesión trabajo con personas de un talento natural tan excepcional, seres con
poderes maravillosos a los que admiro, y la única razón por la que he podido
pararme junto a ellos, de igual a igual, es la disciplina que me inculcó,
tristemente no un padre con su ejemplo, sino aquella creación Bob Kane y Bill
Finger.
Muchos años después el éxito laboral me permitió la bendición de
capitalizar mi afición en una colección de cómics, figuras y artefactos del
protector de Gótica, pero Dios, quien seguramente me consciente tanto por
recomendación de mi abuelita, tenía destinados para mí además de estos objetos,
dos vivencias clave que seguramente ya conocen, pero no me canso de repetir con
emoción.
La primera: Por recomendación de Comic Con Colombia, en marzo del 2016 Warner Bros Latinoamérica me elige como
representante por Colombia para realizar el cubrimiento de la Premiere mundial
de Batman vs Superman en Ciudad de México. En la rueda de prensa llegó mi turno
para preguntar, y de las 300 interrogantes que tenía por formular al elenco,
fui poseído por el más puro espíritu del fanático y envié el protocolo a la
mierda, fue así como mi intervención se limitó a preguntar a Ben Affleck si me
permitía estrechar su mano para darle las gracias por su representación. El
vídeo de dicho momento tuvo un alcance mediático y respectiva viralización en
redes que jamás alcancé a sospechar. Algunos periodistas mexicanos me odiaron
por mi falta de profesionalismo periodístico, cosa que debatí aclarándoles que
no soy periodista sino comediante, por ende, fui demasiado profesional pues
hice reír a buena parte de los presentes. Y para terminar de explicar lo
ocurrido ese inolvidable 19 de marzo, fecha en que, reafirmando lo antes dicho
sobre cómo me consiente Dios, celebro mi cumpleaños, Iván Marín no estaba con el
dos veces ganador del Oscar, sino ante él, el mismísimo él, y de nuevo como a
los 5 años, tenía en frente al superhéroe más grande de todos los tiempos.
La segunda experiencia, la estoy viviendo ahora, hoy 9 de febrero de
2017 se estrena Lego Batman, película animada en que tras ganar el casting que
con mayor ansiedad he presentado, doy voz a mi personaje favorito. Así es, hago
el doblaje al español en una versión especial para Colombia y algunos países de
la región. Hoy presto mi voz a ese amigo que durante tantos años se mantuvo
allí, ese amigo con el que sostuve conversaciones imaginarias mientras soñaba con
llegar a convertirme en un importante artista, ese amigo que en momentos de
rechazo me brindó consuelo desde unas escasas páginas, ese amigo con el que me
encontraba cada quince días fieles a nuestro pacto silencioso, él salvaba a
Ciudad Gótica, y yo con mi sueldo de mensajero de cigarrería me esforzaba por
conseguir la revista en que me contara cómo lo hacía. Hoy, por primera vez
luego de toda una vida emprendemos la aventura juntos, hoy no es él el
protagonista y yo el espectador, hoy no son él y Robín, hoy el dúo dinámico
somos los dos en uno, hoy se cumple un sueño de infancia y el hombre adulto
debe contener sus lágrimas para que los periodistas en el lanzamiento no
piensen que enloqueció. Hoy, él y yo, somos Batman.
De corazón espero que asistan a ver la cinta, creo que solo en cine
podrán encontrarse con mi trabajo pues dudo mucho que nuestra versión sea
incluida en el DVD. Muchos preferirán verla en inglés, o con el doblaje al
español de México, y seguramente dichas versiones serán mejores porque las
realiza gente con mayor talento y experiencia, pero si ven la mía, quizá
perciban el cariño con que pronuncio cada una de mis líneas. Para mí no fue un
trabajo más, para mí fue meterme en la piel y vestir el traje de quien ni en
mis más optimistas sueños llegué a imaginar que interpretaría. Durante los días
que la película permanezca en cartelera, asistiré a las salas como él lo haría,
oculto, imperceptible, vigilando desde las sombras, viéndolos reír a ustedes,
mis queridos ciudadanos de Gótica, entonces sabré que están a salvo. Luego
volveré en silencio, no a una baticueva, si no a mi propia mansión Wayne,
porque mi hogar es un palacio de amor en el que noche a noche Dios me da lo que
a Bruce se le negó. Abriré la puerta, besaré a mi esposa, abrazaré a mis hijos,
saludaré a Alfred, no el mayordomo sino nuestro perrito, iré al baño, me miraré
al espejo, no habrá mascará qué quitarme, pero sí unas cuantas lágrimas de
felicidad por derramar, porque de nuevo, como a los 5 años, tendré en frente al
superhéroe más grande de todos los tiempos.